Leandro Cufré llegó a Gimnasia tras cinco años, habiendo rechazado ofertas importantes de otros clubes europeos y del país. Se entrenó, formó parte del plantel, hasta que, de repente, de un día para otro, decidió bajarse del barco. El motivo oficial fue suficientemente lógico: Leonardo Madelón no le había garantizado la titularidad, puesto que su pilar de centrales son Ariel Agüero y el paraguayo Rubén Maldonado, de muy buena temporada y artífices de que el “lobo” asegurara su lugar en Primera. Pero hubo más, porque trascendió que el técnico ni siquiera lo había pedido. “Hice todo lo posible para volver. Estoy muy mal, pero seguramente la gente y mi familia me van a entender. Es una decisión mía y no va a haber vuelta atrás”, declaró el zaguero, y agregó que “a esta edad (tiene 30) no quiero esperar”.
Bien, pero la realidad es otra. Que Madelón no lo pidió es cierto. Que está muy conforme con su dupla titular de centrales también, y por eso no tiene pensando hacer cambios allí. Ahora, ¿qué pasó entonces? Cufré llegó diferente de Europa. Los cinco años en aquellas tierras (vivió nada menos que en Roma, Mónaco y Berlín) y en clubes relativamente poderosos (Roma, Mónaco y Hertha) lo ayudaron a cambiar de mentalidad. Se acostumbró a los entrenamientos de lujo, a hoteles cinco estrellas, a concentraciones con todos los chiches y a pasear por las ciudades reconocidas mundialmente por su belleza. Y no es fácil volver de eso. No es fácil regresar a un país tercermundista, a un club hundido econonómicamente y que estuvo a dos minutos de jugar en la segunda categoría, a un club que no tiene dinero para realizar pretemporadas en Canadá, Grecia o Estados Unidos.
Y comenzó a quejarse. Levantó la voz y dijo aquello que pensaba. Se lamentó de la calidad de los vestuarios, de los sitios escogidos para prepararse para la alta competición y de un sinfín de situaciones. Y eso comenzó a cansar a Madelón. Sentía que tenía un jugador que, en vez a de avanzar y tirar para delante como el resto de sus compañeros, hacía difícil la convivencia y generaba pequeños conflictos. Y como si fuese poco, ese jugador no había sido pedido por él y, por el momento, no iba a arrancar entre los once.
Madelón habló con el presidente Walter Gisande y se llegó a un acuerdo: así como había arribado, Cufré tenía las puertas abiertas del club, pero para irse. Claro que todo lo recientemente mencionado no podía exponerse, por el bien del defensor, y se buscó entonces una salida en donde ninguna de las patas saliera mal parada. No es culpa del entrenador no tener en cuenta a un jugador, ni éste, con sus 30 años, debe quedarse si se siente incómodo. Se basaron en eso, y Gimnasia perdió a un valor importante para su última línea.
Pero hubo marcha atrás. En las últimas horas de anoche, Cufré tuvo una reunión con los dirigentes y con Madelón, y allí se logró que el defensor cambiara su decisión. ¿O la habrá tenido que cambiar el entrenador? Lo cierto es que la cúpula del “lobo” salió a hablar y dijo que “Cufré sigue en el club, y hoy se entrenará con el plantel en Estancia Chica”.
Así se encuentra la situación hoy en día. Pero parece que si el defensor no cambia su postura, será una historia larga, y estos son apenas los primeros capítulos.
Bien, pero la realidad es otra. Que Madelón no lo pidió es cierto. Que está muy conforme con su dupla titular de centrales también, y por eso no tiene pensando hacer cambios allí. Ahora, ¿qué pasó entonces? Cufré llegó diferente de Europa. Los cinco años en aquellas tierras (vivió nada menos que en Roma, Mónaco y Berlín) y en clubes relativamente poderosos (Roma, Mónaco y Hertha) lo ayudaron a cambiar de mentalidad. Se acostumbró a los entrenamientos de lujo, a hoteles cinco estrellas, a concentraciones con todos los chiches y a pasear por las ciudades reconocidas mundialmente por su belleza. Y no es fácil volver de eso. No es fácil regresar a un país tercermundista, a un club hundido econonómicamente y que estuvo a dos minutos de jugar en la segunda categoría, a un club que no tiene dinero para realizar pretemporadas en Canadá, Grecia o Estados Unidos.
Y comenzó a quejarse. Levantó la voz y dijo aquello que pensaba. Se lamentó de la calidad de los vestuarios, de los sitios escogidos para prepararse para la alta competición y de un sinfín de situaciones. Y eso comenzó a cansar a Madelón. Sentía que tenía un jugador que, en vez a de avanzar y tirar para delante como el resto de sus compañeros, hacía difícil la convivencia y generaba pequeños conflictos. Y como si fuese poco, ese jugador no había sido pedido por él y, por el momento, no iba a arrancar entre los once.
Madelón habló con el presidente Walter Gisande y se llegó a un acuerdo: así como había arribado, Cufré tenía las puertas abiertas del club, pero para irse. Claro que todo lo recientemente mencionado no podía exponerse, por el bien del defensor, y se buscó entonces una salida en donde ninguna de las patas saliera mal parada. No es culpa del entrenador no tener en cuenta a un jugador, ni éste, con sus 30 años, debe quedarse si se siente incómodo. Se basaron en eso, y Gimnasia perdió a un valor importante para su última línea.
Pero hubo marcha atrás. En las últimas horas de anoche, Cufré tuvo una reunión con los dirigentes y con Madelón, y allí se logró que el defensor cambiara su decisión. ¿O la habrá tenido que cambiar el entrenador? Lo cierto es que la cúpula del “lobo” salió a hablar y dijo que “Cufré sigue en el club, y hoy se entrenará con el plantel en Estancia Chica”.
Así se encuentra la situación hoy en día. Pero parece que si el defensor no cambia su postura, será una historia larga, y estos son apenas los primeros capítulos.
Nicolás Fábrega
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